Fue en tiempos del emirato de Mohamed I de Córdoba cuando se levantó en la Sierra Norte madrileña un importante sistema de vigilancia formado por un conjunto de atalayas defensivas cuya misión era controlar los pasos del Sistema Central.
Emplazadas en lugares de destacado valor estratégico para asà poder atisbar cualquier intento de invasión, todavÃa es posible admirar algunas de estas torres de uso militar. Su existencia, además, confirma la presencia musulmana en la zona y, en muchos casos, constituyen los restos más antiguos que se conservan en los municipios donde se erigen. La atalaya de Torrepedrera se encuentra en lo alto de un cerro de más de 1.000 metros de altitud en El Berrueco, junto a la carretera que conduce a El Atazar. Es de planta circular, con un diámetro de 3,3 metros, un perÃmetro de 19,24, una altura de nueve y un espesor del muro de 1,5 metros. Aunque restaurada, su conservación no es soberbia. Sin embargo, presenta un tipo de piedra muy pintoresco.
En la carretera que conduce a la Urbanización de Cotos de Monterrey, en Venturada, está otra de las torres de vigilancia musulmana levantadas durante el califato cordobés. Es una torre de mamposterÃa, con pocos vanos, de planta circular de 5,7 metros de diámetro y de una altura aproximada de 9,1.
En el término municipal de El Vellón hay otra atalaya de las que se erigieron en la zona en el siglo IX. Es una construcción de piedra, planta circular de 6,3 metros de diámetro y una altura aproximada de 9,2 metros.
La cuarta torre de vigilancia que se conserva en la Sierra Norte es la de Arrebatacapas, en la carretera que une Torrelaguna con El Berrueco, dentro del municipio de Torrelaguna. Situada en un bonito entorno natural, si se accede al alto donde está enclavada, se obtienen unas excelentes vistas de los alrededores. No obstante, es imposible acercarse completamente a ella, pues se encuentra vallada. Es la mejor conservada y la de mayor altura.
Todas ellas comparten caracterÃsticas constructivas. Son torres cilÃndricas con muros de mamposterÃa y acceso por encima del nivel del suelo. Se construÃan alejadas de los núcleos de población y en cotas superiores a los 800 metros, altura suficiente para controlar fácilmente el entorno. La distancia entre una y otra no solÃa ser superior a los dos kilómetros para que fuese posible la comunicación entre ellas en caso de observar peligro en la zona. Cuando esto ocurrÃa, se ponÃa en marcha un sistema de alerta a base de señales visuales que consistÃan en el fuego por la noche y el humo o el reflejo provocado por espejos durante el dÃa.